MARÍA Y SU PRIMA ISABEL

Lo primero que hizo María, cuando el ángel Gabriel “la dejó y se fue”, como nos dice el Evangelio de Lucas, fue prepararse para hacer un largo viaje. Se le ocurrió ir a visitar a su prima Isabel, que vivía en el pueblecito de Ain Karim, muy lejos de Nazaret. Quería verla y hablar con ella, porque el ángel le había contado que también estaba esperando un hijo, aunque ella y su esposo Zacarías estaban ya un poco mayores.

El camino hasta Ain Karim era largo. Se necesitaban varios días para llegar; casi una semana. El viaje se hacía en caravanas, con otras personas; algunos ratos caminando y otros montados en camellos o en burros.

Cuando María llegó a la casa de Isabel, ella, que no la esperaba, se sorprendió mucho, y en su corazón sintió una gran alegría. El Espíritu Santo le iluminó el milagro que Dios Padre había realizado en María. Entonces Isabel llena de gozo, le dijo:

“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno…. ¡Feliz porque creíste que se cumplirían las cosas que te fueron dichas de parte de Dios!….” (Lucas 1, 42.45)

María, también muy alegre, respondió al saludo de Isabel con unas palabras muy bellas, que eran una oración. En esta oración María dio gracias a Dios por su bondad para con ella, y por haberla escogido para ser la mamá de su Hijo, aunque fuera tan sencilla y tan poco importante.

“Mi alma alaba al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava…” (Lucas 1, 46-48)

María se quedó con Isabel y Zacarías algo más de tres meses. Durante este tiempo, María e Isabel oraban juntas, conversaban de lo que sabían de Dios y de su bondad y su amor para todos los hombres y mujeres del mundo, y preparaban la ropita y todo lo que se necesitaba para el nacimiento de Juan, a quien sus papás esperaban con gran gozo.

Después, María regresó a Nazaret, a su casa, para casarse con José y para preparar también ella, todo lo que necesitaba para el nacimiento de Jesús, su hijo y el Hijo de Dios.

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